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EDITORIAL |
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Las recientes medidas tomadas por la actual administración norteamericana pretenden conducir a la humanidad a una nueva era oscurantista, como lo demuestran, entre otras, el recorte de los fondos para la investigación de vacunas, la reciente orden ejecutiva de quitarle el control a los científicos sobre las subvenciones federales a la investigación con el fin de sustituir el mérito científico por la lealtad ideológica, la prohibición de compartir los datos satelitales sobre el clima, además de la actitud saboteadora de las recientes iniciativas para la defensa del ambiente, como la asumida en contra de la COP30 y de la reciente conferencia para reducir la producción de plásticos. Con esas acciones, lo que busca la administración de Trump es tratar de ocultar los datos científicos para minimizar las consecuencias del incremento del Cambio Climático. Es decir, negar la ciencia cuando esta afecte sus intereses, tal como hicieron en su época con Galileo. EL NUEVO GRAN GARROTE Pero este retroceso histórico no se limita al plano científico natural sino que también busca destruir el derecho internacional y las estructuras que se presentan como un obstáculo para sus intereses. Nuestra región no escapa a esa involución histórica. Con la nueva versión del "Gran Garrote" de Teodoro Roosevelt, utilizando el arma de las sanciones económicas y de los aranceles para someter a nuestros pueblos a los designios imperiales. Llegando, incluso, a preparar intervenciones militares en países del Mar Caribe con la peregrina excusa de combatir el narcotráfico, violentando descaradamente los avances logrados en materia de soberanía y desconociendo el principio de autodeterminación de los pueblos, tal como se establece en la Carta de las Naciones Unidas. Al respecto, conviene comentar el señalamiento del Ministro de la Defensa de Venezuela que explicó que Estados Unidos siempre ha fabricado mentiras antes de cada intervención. Realmente esas falsedades, como la de las "Armas de destrucción masivas" en Irak, o la necesidad de tirar las bombas atómicas en Japón para "proteger a sus soldados", o la del "Cartel de los Soles" en Venezuela, no están dirigidas a persuadir a la comunidad internacional, son fabricadas para convencer a sus ciudadanos de la justeza de esas acciones. Recordemos que la mayor parte del pueblo norteamericano profesa la religión protestante, siendo uno de sus postulados capitales el de cada individuo es responsable directamente ante Dios por su conducta, por lo que, para la dirigencia de ese país se hace necesario manipular ese principio, creando una narrativa convincente que conduzca al apoyo de sus ciudadanos para sus acciones. Para hacerlas más creíbles, necesitan que en ellas los acompañen otras naciones u organismos, como lo vimos en el caso de Irak y la posición de la "Coalición Árabe". Con Venezuela pretenden repetir lo mismo. Para ello el Secretario de Estado anunció que una coalición de países del continente integrada por Guyana, Trinidad y Tobago, Paraguay y Argentina apoyaba sus acciones. No importa que representen a una ínfima parte de nuestra región, total, el grueso de la población norteamericana desconoce las dimensiones de nuestras naciones, y pensarán que esa coalición es la mayoría. Esto conlleva dos conclusiones básicas: 1) Es muy fácil conocer cuáles serán sus próximos objetivos militares, bástese ver los argumentos que esgrimen y 2) La forma de impedirlo es generar una matriz de opinión a lo interno de ese país con argumentos sólidos y pruebas contundentes, que desmonte tales falacias, incluso utilizando sus propios medios y las redes sociales. Las manifestaciones, protestas, declaraciones, etc. si bien son necesarios, al no permear a la sociedad norteamericana, son de muy poca utilidad para abortar en forma efectiva las amenazas. UN VALIOSÍSIMO TIEMPO PERDIDO Lo cierto es que los latinoamericanos y caribeños no contamos con estructuras políticas regionales que nos defiendan en forma enérgica y efectiva a nivel internacional. Y oportunidades no han faltado. En los últimos lustros, nuestros pueblos le han otorgado el mandato de sus gobiernos a numerosos dirigentes que se presentaron como progresistas, integracionistas. Pero que han hecho para conseguir la unión de nuestras naciones para afrontar las realidades: NADA, SIMPLE Y LLANAMENTE, NADA. Han desperdiciado miserablemente el tiempo y traicionado las esperanzas de nuestra región. Allí vimos por ejemplo, como, por culpa de los intereses petroleros de Brasil en esa zona, fracasó estrepitosamente la importantísima cumbre sobre la Amazonía. Y peor aún, en esos momentos de incertidumbre aparecen posiciones oportunistas como la de Lula, quien en contubernio con el gobierno de Estados Unidos, y no dudamos de ello, bloqueó el ingreso de Venezuela a los BRICS, a sabiendas de que la privaba de un poderoso y necesario aliado ante la amenaza militar norteamericana. |